lunes, 31 de octubre de 2011

La Calle de la Angustia



Me encuentro nuevamente conmigo mismo, dirigiéndome hacia una calle que creí haber superado tiempo atrás, la Calle de la Angustia. Ésta solo admite a personas que tengan algún problema más grande que uno, y que sea imposible de resolver por cuenta propia. Comienzo a dar los primeros pasos, pero no logro pasar La Esquina de la Duda Existencial. ¿Realmente estoy haciendo lo correcto, o me estoy equivocando? Parado sobre la cornisa, me veo a mí mismo, más joven, en La Vereda del Pasado.
-          ¿Qué es lo que quieres lograr esta vez? Luego de tanto tiempo has vuelto al mismo lugar. Me dejaste crecer en tu interior cargado de tristeza sin razón; No creas que es tan fácil, esta vez te será más difícil llegar.
Cada movimiento se hace eterno, cada segundo es una vida. Estoy pasando por La Avenida del Tiempo sin Tiempos, donde he estado atrapado incontables veces, sin saber qué hacer. Este trayecto lo he tenido que transitar en otros momentos, pero ahora es distinto: estoy solo, me has dejado. Haber pensado que eras para mí y que te hayas ido es lo peor que me pudo haber pasado.
Apareces al costado del camino, sentada sobre la esquina que cruza El Paseo de la Eterna Decepción, una rotonda peligrosa para aquellos que tuvieron el corazón lleno de ilusión. Te paras y te diriges hacia mí. Me miras de una manera que nunca lo hiciste, con calidez y tranquilidad, con tus manos sobre las mías y me acompañas en mi caminar. Comienzo a llorar y te pregunto por qué lo hiciste, porqué te alejaste de mi. Me doy cuenta que a pocos metros atraviesa El Río de los Lamentos, que sólo se puede cruzar pasando por El Puente de la Culpa. Siento que te he fallado, que no he podido amarte como quisiste, como necesitabas, como esperabas de mí.
Nuestro último momento juntos quedó marcado en El Pasaje de la Cruda Verdad. No puedes responder. No tienes palabras que lo puedan explicar. Solo me acerco para rozar tus labios y sigo mi camino. No sé por qué lo hiciste, y tal vez nunca lo sabré. Quizás por eso me di cuenta que en ese momento llegué a  La Calle de la Angustia, ya que ésta no admite sentimiento distinto que la desolación cuando una persona renuncia a la posibilidad de ser feliz. 

lunes, 24 de octubre de 2011

El último baile



Otra vez nos volvemos a encontrar. Hacía tiempo que no te veía.
No, no me estuve escapando, simplemente no quería estar cerca de ti.
Mis mentiras se reflejan en vos, y todo lo que hago nunca te es suficiente. Ya no puedo mirarte a los ojos como antes, siento que te traicioné, y que me buscás constantemente para decirme cosas que no quiero percibir a tu manera. Estoy perdido, lo sé, y también sé que es mi culpa, pero siento que siempre debo probarme frente a ti, y la presión por tomar la decisión correcta provoca que me haya alejado.
Ahora vuelvo solo para decirte que ya no buscaré tu aceptación. Nunca más buscaré tus consejos. A partir de este momento nuestros caminos serán distintos; espero que este sea el fin. Verte así es simplemente demasiado para mí.
Adiós, querido espejo.

Pequeña muerte



La puerta ya no abre de par en par, no se escuchan los pasos que suben la escalera. Del otro lado, el humo de cientos de cigarrillos cubren las paredes llenas de fotografías de recuerdos aun no olvidados. Hace meses no se abren las ventanas, no se llena la habitación de luz; todo es oscuro, todo es indiferente.
Un plato con restos de comida, una copa de vino vacía y papeles escritos tirados por el suelo haciendo el collage perfecto de la desesperación.
El frío en las sabanas, la almohada empapada en lágrimas, y el costado de la pared resquebrajado por la humedad de las cosas inevitables. De fondo, suenan canciones de amores no correspondidos.
Debería levantarme. Debería salir. Debería.
La llamo “pequeña muerte”. Pienso que tendría que haber sido más trágico.